Entonces decidí fluir… ¡y qué paz!

decidí fluir

Y decidí fluir, dándome cuenta que no es sólo una decisión, es toda una actitud y estado mental, lo juro.

Soy la persona -o a veces ya no- más controladora que pueden conocer. Y más allá de querer tener el control per se, quiero evitar el caos. De ahí mi necesidad de que todo esté «como debe estar».

Claro, la vida me ha dado mis jalones de pelo cuando me recuerda que no soy yo la que tiene la última palabra. Y entonces, ¿saben qué sucedió? Enloquecí, enloquecí de verdad. Mi mente se volvió un agujero negro terrible, catastrófico, caótico y autodestructivo. Así cada vez que «perdía» el control.

Tantito que me agarrará la negatividad y me voelvía insoportable para mí y muy seguramente para otros.

Así que, después de unos dos meses en donde los pensamientos de «es que nada sale bien», «cuándo por fin tenía estabilidad», «es que me confié», y así, puro quejarme cuando la neta nada estaba dependiendo de mí, nada. O sea, no podía salir como yo quería.

Un día dije «voy a fluir, pero fluir en serio», porque para mí eso incluye hasta el dejar el sillón sin aspirar un día y entender que no pasa nada.

Decidí enfocarme en pasarla bien, lo que fuera que eso significara: levantarme tarde, ponerme a pintar con acuarela todo el día y nada más, resolver los pendientes con forme fuera posible o tuviera la energía, hasta no opinar de nada, la verdad.

Y, honestamente, qué buena decisión.

Justo por ese tiempo les compartí una foto en Instagram y no se me ocurrió nada más que poner «Qué cómoda se puso la vida», porque justo así me he sentido.

No sé cuanto me va a durar esa sensación, pero intentaré hacerla lo más permanente que pueda, porque vivir en estrés les juro que ya me cansó.

No voy a decir que es sencillísimo, no. Cómo les decía al inicio, es un estado mental y, como tal, no siempre se domina, están esos momentos donde de plano ni cuenta te das que y ya enloqueciste pero, también están esos donde al primer segundo notas que te estás pirando y entonces te regresas de una.

Eso último, ese segundo en que la conciencia te llega ¡es mágico! Es como sentarse encorvada, al principio no lo notas, poco a poco comienzas a componer tu postura y, cuando menos lo sientas, ya lo harás en automático. ¡Esa es la meta!

Vamos bien, con calma y conciencia, sobre todo.

¡Fluye!

Foto Axel Holen on Unsplash