Compartiendo la felicidad

vivir feliz depa de soltera

Hace mucho que no venía aquí a escribirles y no porque no quisiera, más bien le andaba dando a otras cosas, pero nomás abro WordPress y me doy cuenta que me encanta escribir, así que prepárense que les tengo una listita para los próximos días. ¿Me extrañaron o qué? ¡Yo sí, mucho!

En fin, ya sabes que yo vengo aquí cuando desbordo inspiración y justo por eso es que es que disfruto tanto escribir cuando realmente me nace o tengo algo que decir. Y hoy, quise venir a hablarles de la felicidad. Tan a la mano y a la vez tan lejos, la canija, pero siempre dispuesta, ¿a poco no?

Ser felices…

Últimamente recibo muchos mensajes diciéndome que me ven súper feliz, que qué padre verme tan contenta, etc. Y sí, la verdad es que lo estoy y ese tipo de cosas no se pueden ocultar, simplemente se notan.

Claro, disfruto muchísimo que me lo digan. Gracias por eso 🙂

Pero les quiero contar sobre unos mensajes que vi, me dio mucho gusto leerlos pero también me hicieron reflexionar acerca lo que guardamos en la cabeza sobre ser felices.

Los mensajes decían más o menos así: «Te ves súper feliz, qué padre que ya tienes galán…», «Te ves contenta, ya toda feliz con novio, bla bla bla…» y otros más por el estilo.

Obviamente me prende el corazón que ustedes se den cuenta, es algo que tampoco se puede ocultar. Pero después de leerlos me vino a la mente un pensamiento: Yo ya era feliz.

Y es sobre eso que les quiero hablar.

De un tiempo para acá, he aprendido que mi estado de ánimo y emocional no puede depender en su totalidad de un tercero, y digo en su totalidad, porque tampoco podemos negar que nuestro entorno nos afecta para bien o para mal en muuuuuchas ocasiones.

Y bueno, los últimos casi dos años me dediqué a mí, a pasarla bien, divertirme, a disfrutar mi soltería cómo nunca, a conocer gente (con lo poco que permitía la pandemia), a entender lo que estaba sintiendo o no por alguien, en saber si realmente quería algo o solo era soledad o aburrimiento… porque pasa.

Recuerdo cuando le dije a un chico: «Me habría encantado que me conocieras en otro momento, no en lo que soy ahora», porque yo sabía que no era yo y que tampoco estaba dando lo mejor, que no era la versión con la que quería me recordaran, que no estaba siendo como me gustaba ser.

En al camino a esta iluminación, suena chistoso pero sí, la verdad debo admitir que fui bien irresponsable -sobre todo por la otra persona- al iniciar una relación cuando sabía que no podía, literalmente estaba cero capacitada. Aunque claro, atesoro el escalón que fue.

Darme cuenta que no me estaba reconociendo no fue fácil, fue aceptar que me estaba dejando llevar por la corriente mas no estaba decidiendo yo la dirección, estaba viendo la vida pasar, no viviendo.

El trabajo enorme que hice en mí me costó mucho esfuerzo, de verdad me enfoqué en ser lo que soy ahora, en sentirme bien en el lugar donde vivo, el iniciar nuevos proyectos y dejar otros por mi simple bienestar, en atenderme física y emocionalmente, en quererme mucho.

Y entonces me encontré feliz, satisfecha, plena (con sus detalles, claro), pero estaba siendo feliz para mí y finalmente sentí que estaba bien, que tenía lo necesario. ¡Qué bonito y qué placer!

Ahora sí, viene aquí el momento, ese en el que yo muy segura sabía que estaba dispuesta y disponible para lo que siguiera, para compartir la felicidad que estaba experimentando. Porque eso también lo aprendí, nadie llega a hacerte feliz, tú ya debes serlo porque imagínate dejarle toda esa responsabilidad a otro, sería terrible para ambos.

Estar con alguien no debe hacerse con la intención de esperar que te llegue a arreglar la vida o que te dé lo que no has podido encontrar sola, todos nos merecemos a una persona dispuesta, que sume y quiera también compartirte su felicidad.

Es hasta el momento en que dices «estoy tan bien que tengo para dar» y no «quizá y esto es lo que necesito», esa frase que suena tan cliché y sacada de un libro motivacional, es cierta: nadie te va a completar, nadie te va a cambiar la vida.

Eres tú tomando las decisiones correctas o no, pero sólo tú.

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Foto de Radu Florin en Unsplash